Apuntes breves sobre la universidad y yo

    Empecemos por una constatación curiosa: hace algo más de una década creía que a estas alturas de mi vida me habría convertido en una traductora literaria. Sin embargo, la realidad es que estoy aún en la universidad.

    Llegué y me he quedado desde entonces.

    Hace once años comencé a estudiar un doble grado relacionado con los estudios humanísticos. Recuerdo haberlo visto en la oferta académica de la universidad y haber pensado de inmediato que la combinación de aquellas dos carreras estaba indudablemente pensada para mí. Me permitía seguir con los idiomas, mi gran pasión de aquel entonces, sin perder de vista la cultura grecolatina y la posibilidad de aprender más sobre las obras clásicas, que se habían convertido en lo que más me había intrigado en Bachillerato, tras la lectura de algunos fragmentos y la traducción de textos adaptados en griego y latín.

    Con el cambio de etapa vinieron algunas cosas nuevas, empezando por el tema de cambiar de aires, vivir en la residencia universitaria y comenzar a hacer nuevas amistades. Todo eso que siempre me había costado. Pero, sobre todo, llegó lo más inesperado: el teatro.

    El año en que entré en la universidad se fundó un grupo de teatro estudiantil y grecolatino. Comedias y tragedias, griegas y romanas. Algo en mí siempre había querido saber qué se sentía, y no dudé en subirme al escenario. Disfruté, me sorprendí a mí misma descubriendo partes de mí que ni conocía, y sorprendí también, con ello, a otra gente. He compuesto canciones, tocado instrumentos y adaptado textos dramáticos durante años, en el grupo, además de interpretar papeles. Cuando he querido darme cuenta, el teatro se había convertido en una parte esencial de mi vida en la universidad. El complemento perfecto para las clases.

    Y, finalmente, el teatro ha acabado trayendo consigo una serendipia más. Un trabajo de fin de grado sobre representaciones contemporáneas de tragedias griegas me sedujo, me deslumbró. Y me hizo reorientar el rumbo de mi camino.

    Así que, tras mi máster sobre teatro, regresé a mi alma mater para doctorarme. El resto es historia.

    De eso va esta sección del blog. De cómo conviven en mí una estudiante aún, una investigadora predoctoral y una profesora en ciernes, en el contexto de un contrato con la universidad que me permite dedicarme a mi tesis a tiempo completo e impartir clase mediante docencia tutorizada. De los aciertos, los errores, las alegrías, el estrés, las dudas, los triunfos y el esfuerzo largo, prolongado en el tiempo, por sacar mi tesis adelante.

    Este rincón quiere recoger, en definitiva, cómo la vida universitaria acabó por enamorarme. Tanto, que decidí pasar el resto de mi vida en la academia.

    Que los dioses me lo premien y, si no, me lo perdonen.


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    (La primera entrada propiamente dicha de esta sección puede leerse aquí.)




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