A Melpómene: jueves 15 y viernes 16 de junio de 2023
Querida Melpómene:
Anteayer cumplí un par de
meses aquí. Todo parece ir fluyendo, tal vez no tan rápido como a mí me gustaría,
pero quiero pensar que tú y yo vamos, después de todo, a la velocidad que tú
necesitas. Que te escribes, te piensas y te creas sola, en parte, de algún
modo. Tal vez algo en ti, a ratos, me toma a mí de la mano y me guía.
Quizás escribes ya el
camino para las dos, sin que yo me dé cuenta. Quizás empiezas ya a tener
cuerpo, forma, voz, aunque yo sienta que aún queda un largo trecho para
resolverte. Puede que estés empezando a mirarme, fijamente, con todos los
caminos del tiempo en los ojos.
Dime solamente de qué
modo sacar de la piedra el alma tuya, cómo trabajar con esos comentarios de
tragedias andaluzas que hice hace años, cuando nuestro camino, el tuyo y el
mío, sólo estaba empezando. ¿Dónde estás, Melpómene? Ayúdame a entenderte.
Tu voz es cada vez más
clara, tal vez, en este que, dicen, es el último período, el final del viaje,
el lugar del tiempo en donde todo comienza a encajar mágicamente, a ponerse en
su lugar. Intuyo, instintivamente, que quieres que te escriba, que te piense y
repiense libremente, apartando esos comentarios de tragedias, dejándolos al
final de ti, como un complemento. Como si llevaras un bolso, una mochila. Unos
cascos de diadema con los que escuchar la música del origen de tu propio
nombre.
Tal vez el secreto esté
en crearte, así, desde mí misma, como a Antígona. En dejar las constricciones,
los miedos, y en atreverme por fin a ver más allá.
Hay voces que dicen que
estoy aprovechando muy bien esta estancia en Oxford. Fíjate, la Mentora dice
que está muy contenta con todo lo que estoy haciendo, que destilo emoción.
¿Destilo la suficiente,
Melpómene? ¿Debería sufrirte más, morir de agotamiento y de ansiedad como el
año pasado? Esta incertidumbre, sobre si lo conseguiré o no, está conmigo
siempre. Y sé que estará todo el tiempo conmigo, que no se irá mientras no llegue
por fin el final de todo. A veces una vocecilla en la parte de atrás de la
cabeza parece que quiere decirme que cuidarme la salud física y mental en esta
estancia es un error que pagaré caro en algún momento más adelante.
Intento no escucharla.
Sigo buscándote, mientras tanto, de la mano. Sabiendo, tranquila, que te tengo
al lado.
Sólo tengo que
encontrarte. No me sueltes, por lo que más quieras.
Confiando,
M.
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