A Melpómene IV
Querida Melpómene: 
    Falta una semana para que
regresemos tú y yo. Estos últimos días están siendo agónicos ya, con esas
dichosas correcciones que tengo que hacerte. Pero respiro, me tomo momentos
para sentarme a contemplarte, a echar la vista atrás, un instante, y luego
aprieto los dientes y sigo.
    Me detengo estos días más
a menudo a contemplar Oxford en ciertos momentos. Los edificios clásicos,
antiguos, de la ciudad universitaria, las calles amplias, las tiendas
británicas, el tinte melancólico y vitalista que adquiere todo con la humedad
fresca de la lluvia.
    Todo empieza a tener ese color,
a ratos desvaído, de las cosas a las que les falta poco para convertirse en
sueños.
    A veces siento una
extraña paz contigo. Me siento terriblemente viva. Incluso si tú y yo no
llegáramos al final del camino, me sentiré viva.
    Y podré vivir por las
dos.
    Que nuestra senda siga,
más allá de la neblina...
    Con cansancio, con
esperanza,
M.

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