A Melpómene: sábado 31 de diciembre de 2022
Querida Melpómene:
Me ha costado hallar el momento de escribirte por fin. A veces, después de tanto tiempo luchando por encontrar el tiempo para regresar plenamente a ti, casi no puedo creer que estés aquí, de vuelta en casa, conmigo. Por eso he decidido dedicarte a ti, esta vez, mi reflexión de fin de año.
Otra vez 31 de diciembre. Parece mentira lo rápido que se nos ha escurrido este 2022 entre los dedos. De nuevo, pues, otro año de los de dejarse la piel corriendo, y llegar sin resuello, medio derrapando o resbalando por la inercia. Menudo viajecito. Bueno, dicen por ahí que eso significa que, después de todo, hemos vivido, ¿no?
¡El año de Eurídice! Por fin, el año de Eurídice, de la primera, la de los ojos almendrados, la de la mirada de ámbar y la voz de espuma de mar. La del olor a hogar. El año de Eros crudo y puro, el de las mañanas de después de Antígona. El de la calidez de los primeros abrazos apretados por la espalda. Si tan sólo hubiera podido, un poco más, apenas un instante más, convertirme en agua entre sus brazos... Pero no importa. Regresará Eurídice, aquella que es una y es muchas, bajo otra forma. Casi puedo intuirla estos días, muy cerca, casi bailando a mi alrededor. Quizá esté cerca, Eurídice. Quizá esté cerca Eros, después de todo. Quién sabe.
Fíjate, Melpómene. Por primera vez en mucho tiempo, un año, el 2022, tiene sabor de viajes. 2022 sabe a las calles del barrio londinense de Mitcham, a los días nublados, a la comida casera de Carol, a Europolis, a Solar Fields, a Missio. A las largas horas de rasgueo de boli, o tecleando, entre los libros infinitos del Institute of Classical Studies. Ahí fue donde tú y yo reemprendimos el camino de vuelta, la una a la otra. ¿Te acuerdas? Hablamos tanto y de tantas cosas en aquellas mañanas, en aquellas tardes de trabajo y silencio interminables... Exprimí Londres al máximo. Y lo estoy notando, sin duda, en estos días.
2022 ha tenido también, sin duda, el rostro de Antígona. Tú lo sabes, Melpómene. La conoces bien, me hablas mucho de ella a través de cada uno de los libros que utilizo para darte forma, para construirte. La princesa tebana de la arena y del tiempo entre los dedos quiso regresar a mí a finales de 2021. Una vez creí despedirme de ella, en Villanueva; regresó, increíblemente, y me regaló otra noche en mi cuerpo y mi voz, en el teatro romano de Medellín. Cuando yo era infinitamente frágil, cuando más la necesitaba. He aprendido ya a no decir adiós a la hija de Edipo. Sé que seguirá estando conmigo, durante lo que queda del doctorado. Volvamos o no a mirarnos a los ojos.
El comienzo del curso, hace meses, me ha regalado palabras, sentimientos y experiencias inolvidables, junto a estudiantes de nuevo ingreso. El vínculo que he establecido con ellos, la ilusión y el amor por las Humanidades con los que han abordado el curso, la asignatura, la entrada en la universidad, es algo que no olvidaré jamás. Me han mostrado cosas que no sabía sobre mí misma, sobre lo mucho que puedo disfrutar de la docencia. Incluso me han devuelto a mí al escenario de mi Furor, de mi Furor Bacchicus Teatro, por su décimo aniversario, haciéndome recordar toda la ilusión de aquellos viejos días de teatro. ¿Sabes, Melpómene, que creo que las clases con esos estudiantes me han salvado cuando más lo necesitaba, cuando más miedo tenía de ti?
Ahora, al final del año, has llegado tú. Han hecho su aparición el estrés, las dudas, el bloqueo, la ansiedad; pude hablar de ello, por suerte, y voy mejorando, cuanto más tiempo, cuantos más días te dedico para recuperar el tiempo perdido. Estamos solas, tú y yo, tantas tardes de las vacaciones, estos días, en el estudio. Recuerdo que hace justo un año quise dar la bienvenida al 2022 comenzando a escribir el marco teórico de mi tesis el 31 de diciembre a las 23:45... Es oficial, comencé a conversar contigo en 2021. Pero mis argumentos no tenían la fuerza, la profundidad debida. Tal vez era necesario pasar por aquella fase de fracaso para llegar adonde estamos las dos ahora, un año después, en las tardes de conversación, de tecleo pensativo, sobre el escritorio de madera. Un número creciente de páginas redactadas, un redescubrirte cada tarde, una motivación diaria. Silencio, guantes sin dedos para las manos frías. A veces, música épica de la versión extendida de The Lord of the Rings...
Llevo un tiempo pensando, y tú lo sabes, y ríes cuando me escuchas decirlo, que, si mi tesis doctoral fuera una mujer, sería una tía despampanante. Si un día logro llevarte de la mano, preciosa, elegante e íntegra, ante un tribunal, si llegamos las dos al final de esto, Melpómene, si te consagras, si me doctoro, seré la persona más absolutamente feliz del mundo. Si no lo consigo, si caigo en el camino, estas tardes, esta plenitud de las vacaciones dedicadas a ti habrá merecido absolutamente la pena, y la guardaré siempre en mi memoria.
Feliz Año Nuevo 2023. Que sea nuestro año. Que mis horas, todas las que tú necesites, sean absolutamente tuyas. Y que te acompañen, si los dioses lo quieren, Dioniso, Eros, Antígona, Casandra y Eurídice.
Tuya, en cuerpo, mente y fe,
M.
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